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Asesinos de la productividad

Ene 01, 2015

“¡Alarma! Este organismo está siendo atacado por un virus. Tomar medidas urgentes para contrarrestar la infección.” Con este “llamado a las armas”, el sistema inmunológico se aboca a protegernos de amenazas a nuestra salud.

“¡Alarma! Esta computadora está siendo atacada por un virus. Tomar medidas urgentes para contrarrestar la infección.” Con este “llamado a las armas”, nuestro programa antivirus se aboca a protegernos de amenazas a la salud informática.

“¡Alarma! Esta organización está siendo atacada por una serie de virus. Tomar medidas urgentes para contrarrestar la infección.” En la mayoría de los casos, este “llamado a las armas” no tiene respuesta. Con serias consecuencias para nuestra salud social.

Todas las organizaciones están expuestas a
“virus culturales” que amenazan su
existencia. La mala noticia es que muy
pocas tienen sistemas inmunológicos o
programas antivirus capaces de hacerles frente. ¿Cómo llegan estos virus al sistema operativo organizacional? Escondidos en un “caballo de Troya”: la mente de cada uno de sus integrantes. ¿Y cómo llegan a la mente individual? Las personas nacemos con ciertas debilidades que son explotadas por virus ideológicos latentes en la atmósfera social.

Todo ser humano (y toda organización integrada por seres humanos) sufre las consecuencias de cinco virus instalados en su “bio‐software” desde la más tierna infancia:

 

  • Miopía ética: valores subordinados al éxito inmediato
  • Irresponsabilidad: filosofía de “víctima de las circunstancias”
  • Arrogancia ontológica: mi verdad es “la” verdad única
  • Negociación narcisista: sólo me siento ganador si los demás pierden.
  • Compromisos vacuos: falta de integridad y cuidado por el acreedor.

La miopía ética es la búsqueda incesante de gratificación inmediata. El “infectado” siente compulsión a actuar, aun sabiendo que las acciones, momentáneamente placenteras, generarán sufrimiento futuro. Un ejemplo individual: un adicto a las drogas. Un ejemplo organizacional: una compañía adicta a los resultados trimestrales, como Enron.

La irresponsabilidad es el foco en explicaciones basadas en factores fuera de control; una historia en la que uno es víctima de las circunstancias. El “infectado” se ve como un objeto a merced de fuerzas que lo dominan. Un ejemplo individual: el niño que dice que su juguete “se rompió” (él no tuvo nada que ver). Un ejemplo organizacional: el gerente que dice que “el proyecto se demoró” (él no tuvo nada que ver).

La arrogancia ontológica es la creencia de que mi percepción del mundo es la verdad objetiva; que quienes no ven lo que yo veo están ciegos. El “infectado”

se cree dueño de la realidad y reclama obediencia por cuanto él posee “la razón”. Un ejemplo individual: un niño que no come brócoli “porque es feo” (en vez de “porque me sabe mal”). Un ejemplo organizacional: el vendedor que acusa a los clientes de “difíciles” (pues no sabe cómo ofrecerles una propuesta de valor que les resulte atractiva).

La negociación narcisista es la intención de aumentar mi autoestima destruyendo la de mis oponentes. El “infectado” necesita probar que tiene valor y poder, y su estrategia es desvalorizar y quitarles poder a todos aquellos con los que trata. Un ejemplo personal: el de dos hermanitos peleando por quién se come “esa” galletita del plato (aunque hay diez más iguales a “esa” en el paquete). Un ejemplo organizacional: las peleas entre gerentes que intentan “construir sus imperios”.

La falta de integridad es la incongruencia entre lo que se promete y lo que se hace, la auto‐indulgencia que permite deshonrar la palabra empeñada. El “infectado” promete sin intención de cumplir, y rompe sus promesas sin aviso previo, sin disculpas y sin cuidado por el damnificado. Un ejemplo personal: el dicho “quien presta un libro a un amigo, pierde un libro y pierde un amigo”. Un ejemplo organizacional: el

permanente retraso de las reuniones porque nadie respeta el compromiso horario.

Esta ha sido una presentación de los virus “asesinos de la productividad” en su dimensión personal y organizacional. En próximos artículos trataré cada uno de ellos en profundidad, explicando sus orígenes, consecuencias y, lo más importante, la manera de desarrollar defensas para eliminarlos.

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