Dependiendo dónde pongamos nuestra atención cuando las cosas salen mal, puede estancarnos o empoderarnos. Al culpar a los demás o a las circunstancias nos enfocamos en factores fuera de nuestro control, lo que nos hace inocentes pero también nos deja impotentes. Concentrarnos en nuestra propia conducta y en nuestra capacidad de responder frente a una situación enfocándonos en los factores que están bajo nuestro control nos da el poder para mejorar la situación.