Convertirse en Agile no es una decisión fácil. Requiere que su equipo salga de su zona de confort. Debe preguntarse si REALMENTE quiere trabajar en ello. Hacer las cosas de manera diferente. ¿Sacar a su gente y a la organización de su zona estable y de confort mientras enfrenta tantos otros desafíos? Si la respuesta es sí, lo más importante que deberá hacer para seguir adelante es adoptar el modelo mental Agile.

 

Existen dos conceptos de Agile: la Organización/Equipo y lo personal/individual. En cada uno hay dos dimensiones: HACER Agile (uso de herramientas/marcos de trabajo) y SER Agile (modelos mentales & comportamientos). Ambos están estrechamente integrados, pero primero es importante adoptar un modelo mental y una forma de pensar Agile.

 

¿Qué es un modelo mental Agile?

  • The Agile MindsetEl Modelo Mental Agile se trata de CREAR PROACTIVAMENTE cambios en entornos inciertos y disruptivos. A diferencia de la resiliencia, es RESPONDER REACTIVAMENTE a los cambios de manera constructiva.
  • Tiene que ver con analizar cómo entender lo que está sucediendo, identificar a qué incertidumbres se está enfrentando o se enfrentará, y descubrir cómo crear nuevas oportunidades a medida que avanza.
  • En lugar de simplemente responder al cambio, los empleados Agile se anticipan al futuro y, proactivamente, generan el cambio.
  • La agilidad organizacional es la capacidad de detectar y aprovechar oportunidades en entornos que cambian rápidamente.
  • Investigaciones indican que los empleados que generan cambios son un 43% más eficientes que aquellos empleados que simplemente responden a ellos. Además, tienen más satisfacción laboral y un mayor sentido de poder e influencia personal.

Entonces, ¿cómo se adopta un modelo mental Agile? Estos son algunos ejemplos concretos de cómo convertirse en un pensador Agile todos los días:

  • Tome conciencia de sus patrones de pensamiento
  • Elija cambiar sus patrones de pensamiento… ¡sí, es posible!
  • Periódicamente, tómese tiempo para simplemente dejar de hacer y piense.
  • Adopte la postura Víctima vs Protagonista y Sabelotodo vs Aprendiz.
  • Esencialismo: suprima pensamientos/trabajo innecesario y enfóquese en las cosas esenciales (no desperdicie lo que aprendió de la crisis actual acerca del enfoque).
  • Mantenga la calma en situaciones de estrés y bajo presión … ¿Es más fácil decirlo que hacerlo? Cuanto más lo practique, más fácil le resultará.
  • Aléjese de cualquier tendencia a utilizar un estilo de liderazgo de Mando & Control y adopte la estrategia de Liderazgo de Coaching. Delegue decisiones y control al punto de acción más cercano. Fomente la inteligencia colectiva y el empoderamiento mediante la responsabilidad y el propósito. Haga pedidos impecables, lo cual exige compromisos impecables.
  • Practique habilidades y técnicas de comunicación auténtica. Manifieste su verdad y permita que su gente haga lo mismo, creando un entorno psicológicamente seguro.
  • Aceptar los cambios no es agradable, pero es seguro.
  • Piense en su cliente y en el resultado.

 

Ser Agile

Existen varias razones por las que una empresa puede querer invertir en Agile. Puede querer transformarse en una organización de aprendizaje más eficiente que se adapta al cambio de manera rápida y eficaz y que genera nuevas oportunidades en un Mundo VUCA. Puede derivar de una necesidad de respaldar la “Centricidad en el Cliente” como parte de la estrategia o cultura núcleo de negocio. O, tal vez, quiere que su equipo se sienta más fuerte y más cómodo frente al cambio y la incertidumbre con mínimo estrés y máxima eficiencia para su energía/salud física y mental.

Cualquiera sea la razón, adoptar un modelo mental Agile es una parte fundamental de emprender el viaje Agile. SEA la agilidad que quiere ver en su organización. Agile no es un destino; es un modelo mental y una forma de trabajar juntos.

En un artículo reciente, mis colegas Fran Cherny y Thierry De Beyssac se expresaron sobre el Síndrome del Superviviente con algunas reflexiones; cómo los desafíos actuales tienen el potencial para crear un  trauma organizacional que afecta todas las dimensiones del negocio y cuál es la mejor manera de abordarlo. En su artículo, ofrecen algunas medidas para ayudar y brindar apoyo a sus empleados mientras atraviesan ese momento juntos. La primera medida: “poner las cosas sobre la mesa”.  ¿Qué significa «poner las cosas sobre la mesa?” ¿Qué puedo hacer de manera diferente para ayudarme a mí mismo y a los que me rodean durante este momento difícil?

What does it mean to “put things on the table?”

Las emociones que se desencadenan en nosotros por un mundo en constante “Modo VUCA Recargado” pueden ponernos en un lugar que oscila entre la represión nociva y la explosión brutal. La ira, por ejemplo, penetra sin tapujos o late bajo la superficie. Mientras hablamos con colegas, amigos o familiares, casi puede teletransportarse a través de dispositivos remotos. Quisiera agregar que en la medida que la emoción «nos posea», no hay salida. Haremos lo que haga la emoción, solo para lamentarlo después. Diremos cosas que lastiman a otros, haremos promesas que son imposibles de cumplir … lo que sea.

Me gusta ofrecer a mis clientes el siguiente concepto: “la única salida es enfrentando las cosas”. Para poner las cosas sobre la mesa, se debe entrar en un espacio de mayor sabiduría y compasión.

 

¿Cómo lo hace?:

  1. Tomando unos respiros profundos de conciencia: Se aparta de la historia. Ahora es “usted el que posee a la emoción” y no “la emoción que lo posee a usted”. Toma perspectiva de su pensamiento. El “Yo” (la persona) que tiene el pensamiento NO es el pensamiento. Siente enojo en lugar de estar enojado.
  2. Aceptando la emoción incondicionalmente: Darse cuenta de que la emoción tiene todo el sentido, dada la historia que se está contando a sí mismo.
  3. Analizando la historia detrás de la emoción: Cada emoción tiene una historia arquetípica. Por ejemplo, la ira o la frustración tiene la historia: «algo malo está pasando y no debería estar pasando».
  4. Expresando sus pensamientos e ideas desde un lugar de tentativa y humildad: Mientras conversa con sus colegas o líderes sobre lo que está pasando, adopta la perspectiva de las buenas intenciones de todos. Incluso cuando no entiende lo que sucede, usted asume que las personas a cargo de tomar las decisiones se preocupan por todos.
  5. Indagando sobre los pensamientos e ideas de los demás desde una postura de querer aprender o de curiosidad: La combinación del punto 4 y 5 crea la danza conversacional donde cualquier tema puede ser tratado o puesto sobre la mesa.

 

Poner las cosas sobre la mesa

Trabajar sobre los puntos del 1 al 3 es de suma importancia si desea tener una conversación constructiva. Adoptarlos establecerá las condiciones para el tipo de conversación que desea tener. La promesa es que podrán entenderse mejor. De esta manera, tomarán mejores decisiones, con mayor fundamento, en aras del bienestar del negocio, del equipo y de usted mismo. Ser capaz de abordar temas difíciles de manera abierta, afectuosa y compasiva es una excelente manera de mejorar la conexión entre sus empleados en estos tiempos tan complicados.

Al trabajar con los líderes de negocios de todo el mundo, hay un tema que persiste sin importar la geografía o la industria. Es el desafío de los silos. El grupo cerrado y la mentalidad de silos desafían la capacidad de una empresa de coordinar, innovar y ser más ágil — tres criterios necesarios para competir con la disrupción del mercado actual. Y así como pueden construirse muros para formar los silos, estos muros también pueden derribarse.

Antes de derribar los silos y las barreras vinculadas para lograr la colaboración entre los grupos, primero tenemos que entender porque se crean y/o existen las barreras y los silos. A continuación se enuncian cuatro creencias que escuchamos respecto de por qué existen y persisten los silos en las empresas actualmente:

  1. Conocimiento y Certeza — La gente dentro de los silos llega a creer que tiene un conocimiento específico que es bien conocido y entendido dentro del silo y no es entendido fuera del silo. El silo ofrece un lugar seguro para su conocimiento y certeza acerca de cómo deberían hacerse las cosas. Otras personas fuera del silo “no lo entienden” o no lo saben.
  2. Pertenencia y Propósito Compartido — Los silos son micro-entidades con su propia micro cultura dentro de una organización más grande. Estas micro-entidades en general tienen un propósito claro y compartido que hace que la pertenencia sea más fácil. Asociar nuestro propio lugar e identidad en una organización es mucho más fácil con silos que sin ellos.
  3. Miedo y Escasez — El miedo tiene un gran protagonismo en la existencia de los silos. La gente teme perder su aparente control sobre un área de la cual es responsable. Podemos creer que los recursos y el conocimiento son limitados e incluso escasos. Esto da lugar a una protección de los recursos y del conocimiento del silo por miedo a que “personas ajenas” los comprometan.
  4. Falta de Control — Muchos líderes creen que es mucho más fácil hacer las cosas al dirigir el pequeño mundo del silo en lugar de integrar su propia área a un mundo más grande. Hay menos gente con la cual coordinar, menos gente involucrada en la toma de decisiones y ciclos más rápidos; son todas cosas que creemos que podemos y debemos controlar dentro de nuestro silo.

Al conocer cuáles son las creencias clave detrás de la existencia de los silos, podemos aprender a reemplazarlas con nuevas formas de pensamiento. Nuevos modelos mentales nos ayudarán a integrar a las personas, las ideas y las acciones a través de equipos multidisciplinarios y a su vez harán que nuestras organizaciones sean más flexibles en cuanto a su capacidad de responder a los desafíos. A continuación se presentan cuatro maneras para derribar los silos y los muros que se interponen entre nosotros en el trabajo.

  1. Cambiar de la Certeza a la Curiosidad — Los silos, por definición, son áreas discretas en las que las personas reunidas bajo un fin común desarrollan un expertise que agrega valor a la gran organización. Ese expertise debería ser fundamental para la capacidad de la organización de prosperar; sin embargo, a veces, ese mismo expertise da lugar a una certeza rígida en la cual las personas dentro del silo creen ser los dueños del conocimiento sobre de un tema particular. Como tales, no están muy abiertos frente a otros grupos que aparentan tener poco o ningún expertise en su área.

Para romper la mentalidad del silo se requiere contar con ese mismo expertise pero en combinación con una creencia de que los puntos de vista de los demás pueden ser complementarios; por lo tanto, siempre debemos ser curiosos acerca de la existencia de otros puntos de vista y de otras posibilidades. Siendo conscientes de que todas las personas y grupos tienen puntos ciegos, una mentalidad de apertura y curiosidad nos permite colaborar y crear valor en grupos ajenos al nuestro.

  1. Expandir la Pertenencia y Compartir un Propósito más Grande — Así como tener un propósito en común puede mantener unido a un grupo más pequeño o silo, expandir hacia otras personas el propósito que tú y tu grupo comparten puede hacer que trabajar fuera del silo resulte más fácil. A menudo, creemos que compartir un propósito más grande puede significar que el mismo sea menos significativo para la persona. Pueden percibir que su aporte es menor dado que deben compartir un propósito más grande que aquél que tienen en su silo.

Por lo tanto, es importante explorar y determinar el impacto que cada función tiene respecto a respaldar el propósito más grande, uno que está fuera del grupo o del silo en el que trabajas. Por ejemplo, en una compañía de tecnología, la función de ingeniería interna que asiste a todos los empleados y necesidades de la compañía tiene el propósito específico de brindar soporte a los empleados y a las iniciativas a través del acceso y la facilitación del uso de la mejor tecnología. Al mismo tiempo, el propósito del departamento de recursos humanos es diferente ya que el mismo tiene como fin contratar, desarrollar y emplear los mejores talentos. Para que estos dos departamentos puedan trabajar juntos en forma efectiva cada uno de ellos tendrá que subordinar su propio propósito individual a un propósito más grande que ambos puedan compartir y relacionarse, tanto como grupal como individualmente.

  1. Del Miedo y la Escasez a la Confianza y la Abundancia — Nuestra experiencia demuestra que muchos grupos dentro de las organizaciones trabajan con una mentalidad de escasez. Esto, a su vez, crea una postura competitiva en materia de talentos, recursos y presupuesto. Una mentalidad de escasez evitará riesgos y temerá perder tiempo o dinero. En contraste, una mentalidad de abundancia cree que siempre hay más y así busca construir relaciones y colaborar a fin de lograr más de lo que se busca. Es una mentalidad de prosperidad frente al simple hecho de sobrevivir.

Sin embargo, creer en la abundancia exige tener confianza en nuestras propias capacidades. La confianza nos permite ver más oportunidades con menos restricciones. Los equipos poco equipados carecen de habilidades y capacidades. Esto, a su vez, refuerza su mentalidad de escasez. En contraste, los equipos de alto rendimiento constantemente traspasan las fronteras de aquello que otros consideran escaso. Ven oportunidades en vez de problemas. Ven más en vez de menos. Creen en su capacidad para alcanzar nuevos niveles.

  1. Desde la Falta de Control al Enfoque en la Capacidad de Responder — Todas las situaciones laborales están integradas por elementos que se encuentran bajo nuestro control y elementos que están fuera de nuestro control. Muchas veces los silos persisten porque creemos que los elementos fuera del silo están también fuera de nuestro control.

Por ejemplo, las relaciones humanas y la interacción fuera del silo pueden ser más desafiantes que las relaciones dentro del silo. Esto puede ser cierto debido a una variedad de razones, incluyendo el hecho de que las visiones del mundo, las creencias, las actitudes y la educación son diferentes de aquellas que se comparten dentro del silo. Y aun así, dentro de la complejidad de las personas y de las relaciones se encuentra la mayor fuerza para romper los silos. A través de la exploración de nuestra capacidad de responder frente al desafío de estas relaciones, podemos diseñar procesos u hojas de ruta para organizar la tarea que se comparte. Los procesos ayudan a clarificar las acciones que tomará la gente para lograr un objetivo. Cuanto más claro, más definido y más ágil sea el proceso, mejor. Esto luego permitirá que las personas colaboren estando enfocadas.

Conclusión

Los silos existen porque sustentan nuestras creencias acerca de nosotros mismos, de nuestro trabajo y de nuestra organización. Cuando creemos que sabemos algo y que otros no lo saben, creamos silos. Cuando limitamos nuestro propósito compartido, creamos silos. Cuando tenemos una mentalidad de contar con escasez de recursos, creamos silos para competir por nuestros recursos y protegerlos. Cuando buscamos sentir que tenemos el control, construimos muros que impiden el ingreso de todo lo que está fuera de nuestro control y, a su vez, creamos silos.

La respuesta para romper los silos comienza con el cambio de nuestras creencias sobre nosotros mismos, nuestro trabajo y nuestra organización. Podemos pasar del conocimiento con certeza a tener un conocimiento junto con curiosidad, en donde pensemos que las opiniones de otras personas fuera de nuestro silo pueden resultar complementarias y agregar valor. Podemos expandir nuestro propósito para compartirlo con otros  y así derribar los muros que nos separan. Podemos desarrollar nuestras capacidades de modo tal de tener la confianza necesaria para poder ver la abundancia y la oportunidad frente al miedo y la escasez. Finalmente, al enfocarnos en nuestra capacidad de responder, podemos expandir nuestro impacto sobre los demás y sobre la tarea que nos ocupa, lo que permite abrir los silos para que la colaboración pueda florecer entre los distintos departamentos.

Para mí, la paradoja más intrigante de la empresa consciente (conscious business), y la más difícil de explicar, es la interdependencia de la apertura y la resolución. ¿Cómo es posible (e incluso necesario) ser curioso, abierto, humilde y al mismo tiempo ser decisivo y orientado a la acción?

Esta pregunta no es solo académica. Si no fuera posible ser tanto decisivo como abierto, todo el conjunto de mentalidades y habilidades que denominamos “empresa consciente” sería de muy poco uso. ¿Por qué alguien con responsabilidades de liderazgo querría practicar ser curioso, flexible y abierto si esto significaría ser ambivalente, indeciso y cambiante como un camaleón?

Yo creo que los líderes hábiles tienen una “sensación” acerca de cómo ser “aprendices decisivos”. No la obtienen solamente en forma cognitiva. Un componente experiencial los lleva a “obtenerla” del mismo modo en el que lograste hacer equilibrio por primera vez en una bicicleta o aprendiste a mirar hacia adelante mientras picas la pelota.

Por la misma razón, existe un riesgo de explicar excesivamente dichas cosas. ¿Cuánto tiempo querrías que te explique cómo andar en bicicleta? (En este sentido, ¿cuánto tiempo querrías que evocara la paradoja del aprendiz decisivo antes de preguntarte que es lo que ya sabes al respecto?)

Voy a contar dos historias: una relacionada con las artes marciales y la otra con los negocios. ¡Luego la decisión estará en tus manos!

Como quizás sepas, el Tai Chi es una de las artes marciales más “suaves”, como el Aikido. La broma sobre el Tai Chi es: “¿Cómo esperas defenderte si te mueves en cámara lenta?” Sin embargo, la práctica meticulosa de estos movimientos lentos (la “forma”), así como las posturas de “sujeción”, son una parte esencial del entrenamiento para la parte dinámica e interactiva del Tai Chi “Empuje de Manos”. Y el Empuje de Manos puede ser muy rápido (y duro como una piedra).

Tradicionalmente, no se enseña el Empuje de Manos a los principiantes. Estuve aprendiendo la “forma” y los ejercicios relacionados durante casi un año antes de que me permitieran unirme a una clase de Empuje de Manos en 1989. Fue entonces cuando tuve mi primera experiencia de “abierto/flexible/receptivo fuerte/decisivo/resolutivo”. Mi tarea era intentar “empujar” a mi maestro de Tai Chi, Lenzie Williams (es decir, hacerle perder el equilibro o aunque sea mover sus pies). La dificultad comenzó cuando no puede encontrar nada sobre lo que empujar. Sin importar donde extendiera mis brazos, parecía que él desaparecía. (Él estaba “cediendo”.) Y sin embargo, cuando me empujó, salí volando por el cuarto. Fue una gran “revelación”. Sentí, de manera muy tangible, cómo era posible ser totalmente receptivo, abierto y relajado, y al mismo tiempo ser firme, decisivo y poderoso. Lenzie demostró estas cualidades sin una sombra de duda. ¡El único problema era que yo no tenía idea de cómo hacerlo! Había dado el paso más importante en mi camino de aprendizaje. Ahora era “conscientemente (en lugar de solo involuntariamente) incompetente”.

Con la práctica, me volví “conscientemente competente”, lo que significaba que si realmente prestaba atención, podía evadir a mis compañeros de clase más experimentados, y a veces incluso podía empujarlos. A lo que le presté atención fue a mantenerme relajado y receptivo mientras cedía y también mientras empujaba. Lenzie siempre enfatizaba (y demostraba) que la mayor fortaleza proviene de la mayor “cesión.” Al practicar la suavidad desarrollamos nuestro “enraizamiento”, la capacidad de mantenernos firmes como un árbol y empujar a la gente de una manera poderosa e irresistible.

Esa es la historia basada en las artes marciales. También quiero compartir con ustedes la historia de un CEO que logró convertir su estilo de liderazgo directivo y controlante en un estilo receptivo y alentador, sin perder la orientación de su accionar. De hecho, se volvió más resolutivo, no menos.

Esto es lo que ocurrió: Bob quería involucrar más a su equipo. Reconoció que se produjeron consecuencias impensadas cuando “fue directo al grano” y se puso en modo director. Los miembros de su equipo se tornaron extremadamente pasivos, y esperaban que él les dijera que hacer. Esto fue frustrante para Bob. Lo que él realmente quería era que fueran más enérgicos y tuvieran una mayor iniciativa, pero parecía que ejercía influencia para que hicieran lo contrario.

Siguiendo un enfoque de Inmunidad al Cambio, Bob escribió su objetivo de mejora: Quería ser más receptivo y alentador con los miembros de su equipo, particularmente cuando abordaban un problema respecto del cual él tenía una sólida opinión. Luego, hizo una lista de sus acciones (involuntarias) que socavaron este objetivo: interrumpir, hacerse cargo, corregir, centrarse en los defectos, no consultar. Se preguntó a sí mismo qué preocupaciones tendría si hiciera lo contrario de esas cosas. La primera preocupación que le surgió fue que llevaría a la compañía a un callejón sin salida, y los resultados se reflejarían negativamente en él como líder.

En otras palabras, Bob comprendió que era ambivalente. Estaba comprometido a energizar y empoderar a su equipo, pero estaba igualmente comprometido a nunca permitir que los miembros de su equipo se desviaran. Cada uno de estos compromisos competitivos desencadenó el otro. Cuando se dejó llevar por la “corrección” de su equipo, resolvió empoderar nuevamente a sus miembros, pero cuando les encomendó que tomaran el control, sintió también una necesidad imperante de recuperar el control. Oscilaba en un estado de “falta de resolución”, sin poder cumplir cualquiera de ambos compromisos a su satisfacción.

Bob no resolvió su ambivalencia a través de “un mayor esfuerzo”; el problema no era la fuerza de voluntad. Por el contrario, empezó a cuestionar la suposición que mantenía: que si dejaba que los demás tomaran la iniciativa, él terminaría siendo negligente (porque lo necesitaban para actuar correctamente) o lo que es peor, obsoleto (porque no lo necesitaban). Mientras esta suposición permanecía siendo “verdadera” para él, se veía obligado a ceder y frenar cuando sentía que la iniciativa estaba en manos de otros y fuera de su control.

Sin embargo, en vez de permanecer sujeto a esta suposición, Bob llevó a cabo una serie de desafíos deliberados, y en cada caso comparó las predicciones de la suposición con lo que realmente ocurrió. Primero intentó poner en práctica una nueva conducta. Escuchó; dejó la iniciativa en manos de sus subordinados; se permitió notar, apreciar y reconocer su progreso. Luego se preguntó a sí mismo, “Y bien, ¿se desviaron? ¿Estoy siendo irresponsable o negligente? ¿Me siento superfluo? ¿Se preguntan cuál es el valor que agrego?”

Para su sorpresa (y alivio), cuando fue sometida a tal escrutinio directo, su “gran suposición” se desmoronó; sus predicciones no se sostuvieron. Y más allá de la película que había sido proyectada por esta creencia limitante existía un abanico de posibilidades mucho más amplio: su equipo podía tomar las riendas con entusiasmo y él podía sentirse bien al respecto. Los miembros del equipo podían sugerir cosas que él nunca había imaginado, y él podía estar intrigado. Se sintió mucho más conectado con su equipo, más “en la tarea” en la medida en que delegó, y más satisfecho cuando descubrió su papel como coach y mentor. Ahora su forma de agregar valor no era solo “mantener la empresa según lo planeado”. También sirvió, en una visión más compleja del mundo, para “desarrollar líderes”.

A través de este camino de aprendizaje, Bob se dejó llevar. Se tornó menos controlador y más curioso, abierto, receptivo, participativo, alentador y paciente. Tal como lo expresó, aprendió a evitar la “trampa de la impaciencia”. Los integrantes de su equipo notaron los cambios, y se mostraron responsables y aliviados. Como Bob lo había esperado, se volvieron más enérgicos y tuvieron una mayor iniciativa. Él voluntariamente renunció a la iniciativa. Más que nada, soltó una forma de pensar acerca de sí mismo: una imagen propia como “salvador de la compañía”, como el único que podía discernir los riesgos que los demás no veían y salvar el día. También soltó la correspondiente desconfianza: su temor de que no tendría otro modo de agregar valor.

Pero aquí está la paradoja: Al soltar de estas maneras, Bob no se tornó ambivalente o indeciso. Por el contrario. Se volvió resolutivo. Dejó de oscilar entre los compromisos competitivos y se tornó más consecuente con su mentalidad y sus comportamientos. En lugar de quedar atrapado entre la espada y la pared en un falso dilema (“si empodero a mi rebaño, se perderán”), ahora estaba integrando los polos de una paradoja. Podía ofrecer desafíos y apoyo, liderazgo y desarrollo.

La historia de Bob no es única. Describe un patrón de desarrollo humano que el Psicólogo Robert Kegan describió como el movimiento del sujeto al objeto[1]. Una suposición o creencia a la que estábamos sujetos, la cual funcionó como una premisa para nuestro comportamiento sin que seamos conscientes de ello, se convierte en un objeto de reflexión, y por lo tanto puede modificarse para adaptarse a las realidades a las que nos enfrentamos.

Mi objetivo al evocar la historia de Bob fue provocar el reconocimiento de este patrón. ¿Lo has observado en alguien en el trabajo? ¿En tu familia? ¿En ti mismo? ¿Puedes reconocer cómo esta forma de desarrollo humano sigue un patrón paradójico? Por un lado, dejas ir una creencia o suposición limitante: un apego a ver las cosas de una forma determinada; te vuelves más flexible, abierto, receptivo a las posibilidades; aprendes. Por otro lado, te vuelves más resolutivo, menos ambivalente, más consciente, congruente, claro y decisivo.

De ser así, entonces también serás capaz de ver la conexión entre la historia de Bob y la historia basada en las artes marciales. Cada una ilustra no sólo la posibilidad sino también la necesidad de ser tanto receptivo como resolutivo, y decisivo como abierto.

[1] Robert Kegan, The Evolving Self (Harvard University Press, 1982)